Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra, será lo que ahora es en la tierra.
Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.
Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.
No basta ser el último para ser alguna vez el primero.
Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.
Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.
Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.
Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.
Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.
Nadie es la sal de la tierra, nadie, en algún momento de su vida, no lo es.
Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea, Dios la verá.
No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.
Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.
No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo.
Tu odio nunca será mejor que tu paz.
Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma, y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide...
No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.
No jures, porque todo juramento es un énfasis.
Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira.
A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.
Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.
Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.
Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.
No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y éste, de la tristeza y del tedio.
Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.
Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida.
Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.
Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar...
La puerta es la que elige, no el hombre.
No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser mejores o peores.
Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena...
Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.
Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.
Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.
Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.
Felices los felices.
Jorge Luis Borges
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