Los Jobs, la pareja que le crió, eran gente normal de clase obrera, con pocos estudios, que prometieron gastar sus ahorros en dar al niño una buena educación. Después de asistir a la escuela de Cupertino (California), pasó al Reed College de Portland (Oregón).
Inconformista y autodidacta por naturaleza, dejó los estudios a los seis meses de iniciarlos, pero siguió yendo a algunas clases. No faltaba a las de caligrafía, mientras malvivía recuperando latas vacías de Coca- Cola y disfrutando de la caridad de los comedores de los Hare Krishna. Jobs pertenece a una generación que se entregó a los ídolos de sus hermanos mayores: devoto de Bob Dylan y de los Beatles, tuvo, años después, una relación con la cantante Joan Baez. A mediados de los setenta viajó a la India en busca de la paz interior. Experimentó con el LSD y volvió convertido al budismo. Sin haber perdido un ápice del talento y el sentido práctico que le llevarían a crear Apple, con la ayuda de su amigo Steve Wozniak, en el garaje de su casa, en 1976.
En junio de 2005 aconsejó a los estudiantes de Stanford recién licenciados: "No os dejéis atrapar por los dogmas, que es vivir con el resultado del razonamiento de otros. No dejéis que el ruido de las opiniones ajenas ahogue vuestra voz interior, Y, lo más importante, tened el coraje de seguir vuestros impulsos y vuestra intuición. Porque de alguna manera son los que saben lo que queréis ser. Lo demás es secundario".
Cuando en octubre de 2003, durante un chequeo rutinario, los médicos le descubrieron un tumor en el páncreas, decidió tomar el tema bajo su control. Inicialmente, un tumor de páncreas es algo bastante serio, pero una biopsia reveló que el suyo era de un tipo mucho menos agresivo y perfectamente operable. Pero Job dijo no. No se operaría y buscaría otra alternativa, quizá de medicina holística. Mientras decidía qué hacer mantuvo una dieta especial. Pero las cosas no funcionaron, y nueve meses después, un tiempo enormemente largo para este tipo de dolencias, se operó en el hospital universitario de Stanford, en San Francisco.
Hace años adoptó un uniforme que se adapta a sus gustos y su estética. Una camiseta de manga larga y cuello alto, invariablemente negra, jeansazules y zapatillas deportivas. Tras las gafas de montura ligera brillan unos ojos intensos y dominantes. Jobs es uno de los mitos vivientes de Silicon Valley, un lugar donde crecían árboles frutales hace unas décadas, y donde despuntan ahora las primeras compañías de Internet del mundo, empresas punteras como Google o Facebook.
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