Siendo, como somos, una curiosa mezcla de biología y lenguaje, no siempre es fácil averiguar dónde termina una y comienza el otro. La gramática nos constituye tanto como la sangre.
Las construcciones verbales y los órganos corporales se funden entre sí de tal modo que resultaría imposible dilucidar cuánto hay en cada uno de nosotros de lexicología y cuánto de genética. En multitud de ocasiones, y para saber lo que nos pasa, acudimos equivocadamente al análisis de sangre cuando lo indicado sería el análisis sintáctico.
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