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Mario Vargas Llosa: Mexico -dictadura perfecta
“México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo, ni la Unión Soviética, ni Fidel Castro, es México”. Se refería, por supuesto, al sistema político del PRI, un partido inamovible, con una retórica que provenía de la izquierda, que patrocinaba a los partidos opositores, reclutaba a muchas de las mentes más brillantes y encima de todo concedía un espacio para cierta especie de crítica, aunque no para aquella que ponía en riesgo su permanencia. Partido de la Revolución Democrática, un disfraz del viejo PRI pretendidamente renovado con el que compartía sus “taras y lacras ideológicas —populismo, estatismo, socialismo, nacionalismo económico—”. México padecía el subdesarrollo económico y las desigualdades sociales, era víctima de la corrupción en todos los espacios públicos y cotidianos y poseía una clase intelectual a la que caracterizaba una “merma notoria de soberanía y autenticidad”. Hablaba, como sigue haciéndolo, desde la tradición liberal, a la que ha sido fiel desde su distanciamiento de la revolución cubana y su encuentro con las obras de Isaiah Berlin —un mundo perfecto es una ilusión— y Jean-François Revel —la democracia es el camino más seguro hacia la prosperidad económica— en la década de 1970.
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