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Saturday, September 24, 2011

Contra el fanatismo y el antifanatismo fanático. Amos Oz

Sobre la necesidad de llegar a un compromiso

Proclama que tanto los judíos como los palestinos tienen una reivindicación muy fundamentada. Una causa muy justa, que ambos defienden a veces de forma equivocada. Y lo ha dicho tantas veces que se ha ganado el título de traidor a ojos de muchos de sus compatriotas así como a los de sus amigos los árabes palestinos a los que nunca ha conseguido satisfacer por completo, en parte, porque piensan que su postura no es lo suficientemente radical, propalestina ni proárabe.

Le acusan de traidor como a Profi, el protagonista de la novela Una pantera en el sótano, con la que ganó en 1988 el premio nacional de literatura y que desencadenó un escándalo en Israel, llevando la derecha el caso al Tribunal Superior de Justicia, el cual finalmente desestimó el recurso.

De padres sobrevivientes de Europa oriental, Amos Oz nació en 1939 en Jerusalén, una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, en la que había barrios árabes, barrios judíos, barrios armenios, barrios alemanes, una colonia americana y otra griega. Una ciudad mestiza en la que en cada barrio se rezaba de forma diferente, se hablaba una lengua diferente, se vestía de forma diferente. Había tensiones pero no violencia, pese a que todos pensaban que Jerusalén era realmente suya.

A los catorce años Amos Klausner nos cuenta cómo se rebeló contra el mundo de su padre: «Ya estaba harto de esa atmósfera erudita, de los valores burgueses de la clase media y de la política de derecha. Así que decidí convertirme en todo lo que mi padre no era. El era de derecha, yo decidí ser socialista. El era un erudito, yo decidí manejar un tractor. El era un intelectual, yo decidí ser granjero socialista. Y entre otras cosas, también decidí adoptar un nuevo apellido hebreo, Oz, que significa coraje, determinación, fuerza, cosas que yo necesitaba profundamente cuando dejé mi casa y me fui a vivir solo en un kibbutz».

“Contra el fanatismo” del escritor israelí Amos Oz

¿Quién habría pensado que al siglo XX le seguiría de inmediato el siglo XI?”

“¿Cómo curar a un fanático? Perseguir a un puñado de fanáticos por las montañas de Afganistán es una cosa. Luchar contra el fanatismo, otra muy distinta. Me temo que no sé exactamente cómo perseguir fanáticos por las montañas, pero puede que consagre una o dos reflexiones a la naturaleza del fanatismo y a las formas, si no de curarlo, al menos de controlarlo. Se trata de una lucha entre los que piensan que la justicia, se entienda lo que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida, y aquellos que, como nosotros, pensamos que la vida tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos.
La actual crisis del mundo, en Oriente Próximo, o en Israel/Palestina, no es consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre fanatismo y pragmatismo. Entre fanatismo y pluralismo. Entre fanatismo y tolerancia. El 11 de septiembre no es consecuencia de la bondad o la maldad de Estados Unidos, ni tiene que ver con que el capitalismo sea peligroso o flagrante. Ni siquiera si es oportuno o no frenar la globalización. Tiene que ver con la típica reivindicación fanática: si pienso que algo es malo, lo aniquilo junto a todo lo que lo rodea.
El fanatismo es más viejo que el islam, que el cristianismo, que el judaísmo. Más viejo que cualquier estado, gobierno o sistema político. Más viejo que cualquier ideología o credo del mundo. El fanatismo es un componente siempre presente en la naturaleza humana, un gen del mal. La gente que ha volado clínicas donde se practicaba el aborto en Estados Unidos, los que queman sinagogas y mezquitas en Alemania, sólo se diferencian de Bin Laden en la magnitud pero no en la naturaleza de sus crímenes. Desde luego, el 11 de septiembre produjo tristeza, ira, incredulidad, sorpresa, melancolía, desorientación y, sí, respuestas racistas –antiárabes y antimusulmanas– por doquier. ¿Quién habría pensado que al siglo XX le seguiría de inmediato el siglo XI?”