Proclama que tanto los judíos como los palestinos tienen una reivindicación muy fundamentada. Una causa muy justa, que ambos defienden a veces de forma equivocada. Y lo ha dicho tantas veces que se ha ganado el título de traidor a ojos de muchos de sus compatriotas así como a los de sus amigos los árabes palestinos a los que nunca ha conseguido satisfacer por completo, en parte, porque piensan que su postura no es lo suficientemente radical, propalestina ni proárabe.
Le acusan de traidor como a Profi, el protagonista de la novela Una pantera en el sótano, con la que ganó en 1988 el premio nacional de literatura y que desencadenó un escándalo en Israel, llevando la derecha el caso al Tribunal Superior de Justicia, el cual finalmente desestimó el recurso.
De padres sobrevivientes de Europa oriental, Amos Oz nació en 1939 en Jerusalén, una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, en la que había barrios árabes, barrios judíos, barrios armenios, barrios alemanes, una colonia americana y otra griega. Una ciudad mestiza en la que en cada barrio se rezaba de forma diferente, se hablaba una lengua diferente, se vestía de forma diferente. Había tensiones pero no violencia, pese a que todos pensaban que Jerusalén era realmente suya.
A los catorce años Amos Klausner nos cuenta cómo se rebeló contra el mundo de su padre: «Ya estaba harto de esa atmósfera erudita, de los valores burgueses de la clase media y de la política de derecha. Así que decidí convertirme en todo lo que mi padre no era. El era de derecha, yo decidí ser socialista. El era un erudito, yo decidí manejar un tractor. El era un intelectual, yo decidí ser granjero socialista. Y entre otras cosas, también decidí adoptar un nuevo apellido hebreo, Oz, que significa coraje, determinación, fuerza, cosas que yo necesitaba profundamente cuando dejé mi casa y me fui a vivir solo en un kibbutz».
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