“El padre Cardenal vio que había un talento en Solentiname y dijo que había que continuar lo que habían hecho nuestros ancestros”, cuenta Arellano, de 77 años, en su casa de La Venada, sentado en una esquina al lado de una ventana donde pinta sus paisajes primitivistas, con tres ramas superpuestas usadas como caballete. “El padre vino y trajo a un pintor de Managua que se llama Róger Pérez de la Rocha, quien hizo unos talleres de pintura. Un pariente me dijo que por qué no me integraba a pintar, porque la vida es diferente a estar volando machete. Entonces le dije a mi esposa que vaya ella primero, porque si desatendía los cultivos no sé qué hubiera pasado. A la semana le digo: enséñame lo que estás haciendo. Y trajo un cuadrito que yo miraba bonito”, agrega el pintor.
El poeta contó con el apoyo del maestro Róger Pérez de la Rocha, uno de los pintores más aclamados del arte nicaragüense. “Llegué a Solentiname a raíz de una crisis nerviosa de juventud”, narra Pérez de la Rocha en su estudio de Managua. “Tuve un intento de suicidio, delirio de persecución, pero me conectaron con Ernesto y él me dio refugio, porque realmente estaba en peligro mi vida. Él me dio hospitalidad. Fue un hecho determinante en mi crecimiento como artista educarme a la sombra de Ernesto Cardenal. Fue mi guía en esos años de juventud”, narra.
http://cultura.elpais.com/cultura/2017/03/28/actualidad/1490664074_392036.html
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