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Jorge Drexler a la enésima potencia
Conocí a Jorge Drexler vía Twitter, de manera accidental: me empezó a seguir un tal @drexlerjorge, que me llamó la atención por su perfecto dominio de las formas métricas, tanto tradicionales como adaptadas por él mismo a los 140 caracteres. Creyéndome gracioso, le envié un mensaje directo, en el que le expresaba mi simpatía y le manifestaba mi gozosa perplejidad ante la existencia de un verdadero nerd de la poesía que se hiciera pasar por un celebrado músico uruguayo. Él me agradeció, siguiéndome el juego, y empezamos a corresponder. Meses después, le pedí su dirección postal para enviarle un libro; el (supuesto) falso Drexler me respondió que pasaría por Buenos Aires, y que mejor nos viéramos en persona. Ya sobre la fecha, y tras avistar un afiche en la avenida 9 de Julio que anunciaba un concierto del verdadero Jorge Drexler, le escribí para recordarle la cita; en respuesta, me puso en contacto con su tour manager, que muy amablemente me avisó que habría a mi disposición un pase para el backstage. Con cierta decepción, comencé a sospechar que tal vez estuviera en presencia del auténtico Drexler, pero guardé la secreta esperanza de que todo se tratara de una broma tan elaborada como inútil. La noche del show, me presenté en el teatro, deseoso de que los empleados del Gran Rex se rieran de mi pretensión de codearme con una celebridad; lejos de ello, me entregaron, solícitos, mi entrada y mi pase. Concluido el concierto, me presenté en el backstage, donde Drexler me recibió con un abrazo: “¡Zaidenwerg, querido! ¿Cómo estás?” A esto le siguió una conversación tan deliciosa como surreal, en la que además de charlar de poesía, aproveché que la otorrinolaringología fue su primera profesión para pedirle su consejo médico. Además, le solicité una entrevista, para que el público ajeno a Twitter pudiera conocer esa otra cara de Drexler, tan verdadera al fin como la otra. Más de un año después, he aquí el resultado.
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