Tuesday, May 14, 2013

Judith Butler y Beatriz Preciado en entrevista con la revista Têtu


Revista Têtu: Beatriz, ¿de dónde viene tu obsesión filosófica por el cuerpo?
Beatriz Preciado:
En la época cuando yo estaba en un departamento de arquitectura,estudiaba con Derrida y publiqué mi primer libro, que fue sobre los consoladores, el Manifiesto contra-sexual, en Balland, en una colección editada por Guillaume Dustan. Estaba obsesionada con el problema del cuerpo y de su materialidad, y me sorprendí aldescubrir el análisis performativo de la identidad realizado por Butler. Su análisis ha cambiado radicalmente mi manera de pensar los géneros y la sexualidad. Lo que yo quería desde el principio, era tomar este análisis y llevarlo al campo de la corporeidad. Comencé a tomar testosterona y quería hacer un libro sobre la genealogía política de las hormonas, a partir de la obra de Judith y de la de Foucault. Esto fue para mostrar cómo nos hemos desplazado hacia un nuevo régimen de control y de producción del género yde la sexualidad.

¿Por qué quisiste experimentar con la testosterona y contar esta experiencia enTesto Yonqui?
Beatriz Preciado:

En mi generación, contrariamente a la de Butler, la testo se introdujo brutalmente en los grupos gays y lesbianos y trans de tendencia anarquista. En España,todos mis amigos comenzaron a tomarla. Yo siempre he tomado drogas, así que quería probar la testo pero al mismo no quería cambiar de sexo y firmar un contrato dereasignación sexual con el Estado, que es más bien el proceso de los transexuales. Muchos pensaban que yo iba a convertirme en un hombre instantáneamente. Como si la hormona portara la masculinidad en ella misma. Políticamente, de hecho, las hormonas son un sistema de comunicación, de circulación, son una forma de contaminación viral. Tomé mi cuerpo como terreno de experimentación. Por lo tanto, se trató de un estilo de “autoficción”, pero no en el sentido que se le da hoy en día, la del pequeño Yo,confinado a lo privado. El cuerpo tiene un espacio de extrema densidad política, y es el cuerpo de la multiplicidad. Es el universal en el particular. Sin embargo, está creciendo hoy en día el rechazar el marco médico y psiquiátrico, donde hasta ahora se define la transexualidad. Se trata de resistirse a la normalización de la masculinidad y la feminidad en nuestros cuerpos, y de inventar otras formas de placer y de convivencia.

Judith Butler:
Lo que es importante, es el discurso que se está dando a las hormonas yel poder que se les atribuye. Hablamos como de algo interno que nos afecta y que se expresa en nuestras acciones, sobre las cuales no habría ninguna decisión: “Lo siento, son mis estrógenos, no mi cogito sino mis hormonas”, es algo que se oye a menudo. Claro, hay algo de verdad en este discurso, pero la verdadera pregunta es cómo se le ha constituido en verdad. Las hormonas siempre producen una situación fisiológica pero ellas son siempre interpretadas, consciente o inconscientemente, y las creencias acercade la hormona “masculina”, la testosterona, son ilustrativas.

¿Sigues tomando testosterona hoy en día?

Beatriz Preciado:
Continúo haciéndolo de manera esporádica, de momentos muy lejanos unos de otros. Para mí, la testosterona es una droga sexual. No creo en la verdad del sexo, ni masculino, ni femenino. Ni con la testosterona ni sin ella. El sexo y el género se producen en la relación con los otros. Como Judith lo ha mostrado, se trata de actos.
¿Cómo funciona el concepto de biopoder de Foucault en el farmacopoder ofarmacopornografía?
Beatriz Preciado:
Foucault ha hecho un análisis muy interesante de la producción de identidades en el siglo XIX por el discurso médico, la ley y también las instituciones de reclusión. Estas arquitecturas externas fueron controlando, regulando, disciplinando, midiendo la vida o biopoder. Esto es lo que ha permitido una comprensión extremadamente precisa del momento donde la identidad sexual ha sido inventada. También he tenido siempre la atención por el hecho de que Foucault jamás hizo una arqueología del presente, del cuerpo gay y lesbiano o de la normalización de la sexualidad contemporánea siendo que él conoció el feminismo, los comienzos del mundo gay y lesbiano, los Estados Unidos, San Francisco. Yo pienso que era muy complicado para un intelectual gay tener un discurso en primera persona en los años 70. Su análisis ha ido perdiendo credibilidad. Él dijo muy poco acerca de las técnicas contemporáneas de producción de las identidades como el cine, la fotografía, los medios masivos de comunicación, y absolutamente nada de la pornografía (excepto la del siglo XVIII). Mi objetivo era cruzar el análisis performativo de Judith con la arqueología crítica de los dispositivos disciplinarios de Foucault, y de llevarlos sobre el terreno del cuerpo, y de las tecnologías bioquímicas pornográficas. Aquí es donde entramos al farmacopoder. A partir de los años 40, el biopoder ahora toma la forma del régimen farmaco pornográfico, según mi lectura. El régimen disciplinario que coincide con la aparición del capitalismo industrial estaba basado sobre la represión de la masturbación. Básicamente, la masturbación era un desperdicio de energía porque no sirve a la lógicade continuidad entre el sexo y la reproducción de la especie. Así, para vigilar el cuerpo, las técnica de control se van a miniaturizar después de la Segunda Guerra Mundial, con la invención de las hormonas las técnicas de control devienen interiores. Ya no hay necesidad del hospital, del cuartel, de la prisión, porque ahora el cuerpo mismo se ha convertido el terreno de vigilancia, la herramienta definitiva. ¿Qué es lo que se está tomando cuando se toma la testo o la píldora? Se traga una cadena de signos culturales, una metáfora política que lleva toda una definición performativa de construcción del género y de la sexualidad. El género, femenino o masculino, aparece con la invenciónde las moléculas. A continuación, muy rápidamente, la pornografía se estable como nueva cultura de masas, y la masturbación se vuelve una palanca de producción del capital. La mano, que no tenía un género, como el ano, es ahora potentia gaudendi o fuerza orgásmica, herramienta de producción.

Judith, tú has analizado la melancolía del género en tu trabajo, ¿encuentras que se halle en el libro de Beatriz?

Judith Butler:
Algunos psicoanalistas dicen que Beatriz se imagina todo poderosa, creída, ocupando todos los lugares, en su libro. Pero lo que yo encuentro muy interesante, es que ella nos invita a un campo de experimentación entre dos extremos que son, de un lado, su posición, y del otro, aquel de la diferencia sexual defendido por los analistas. Lo que es peligroso, es pensar que la masculinidad es una cosa bien delimitada y la feminidad otra, y que ambas no pueden ser sino así. También, la melancolía de la que hablo aparece sobre todo en la formación de identidades rígidas. Si yo exclamo golpeándome con el puño: “¡Yo soy homosexual!”, u otra cosa, si mi identidad se convierte en una cosa que afirmo, que debo defender, hay entonces rigidez. ¿Cuál es la necesidad de fijarse de una vez por todas? ¡Como si yo conociera mi futuro,como si pudiera ser un todo continuo! Existen formaciones identitarias que se defienden de sentir alguna perdida, y es ésta la melancolía del sujeto homosexual la que me interesa. Tomemos ciertas formas de hipermasculinidad o de hiperfeminidad en la cultura heterosexual, ellas tienen cierto aire queer (performativas), porque son hiperbólicas. Un hombre, por ejemplo, que tenga miedo de tener el menor rastro de feminidad en él, y que viva al acecho de cualquiera de ellos. En el mundo gay y lesbiano también puede haber una cierta “policía de identidad”. Como si, en tanto que lesbiana, no seré sino lesbiana, no tendré sino sueños lesbianos, no tendré sino fantasías con mujeres. A menudo la identidad puede ser vital para hacer frente a una situación de opresión, pero sería un error utilizarlo para no afrontar la complejidad. No se puede saturar la vida con la identidad.

Beatriz Preciado:
Comencé el libro con un luto, la muerte de Guillaume (Dustan), y hoy en día, hago el luto de la identidad, no seré jamás verdaderamente lesbiana, jamás verdaderamente un transexual, y este luto resulta ser realmente liberatorio. Yo pude haber decidido no tomar más testosterona, pero eso hubiera sido melancólico. La cuestión es cómo hacer el luto de la política de identidad.



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