skip to main |
skip to sidebar
Enrique Krauze - Tierra de redentores
En la larga vigencia del culto heroico y el mito de la Revolución convergen dos autores clásicos: Thomas Carlyle y Carlos Marx. Al ensayista e historiador escocés se debe la idea de que la historia no tiene más sentido del que le confiere la biografía de los "Grandes Hombres", en particular la de los inspirados "héroes" políticos como Oliver Cromwell o el Doctor Francia, que prescindieron de las instituciones democráticas por considerarlas una parafernalia inútil. (Varios tiranos latinoamericanos como el venezolano Juan Vicente Gómez, a quien un reconocido historiador llamó "Hombre de Carlyle", siguieron ese libreto). A propósito de la Historia de la Revolución Francesa de Carlyle, Carlos Marx (que lo admiraba) escribió en 1850: "Le corresponde el crédito de haber combatido en la arena literaria a la burguesía... de una manera, por momentos, revolucionaria". El problema -agregaba Marx- es que "a sus ojos, la apoteosis de la Revolución se concentra en un solo individuo... Su culto a los héroes... equivale a una nueva religión". Pero también Marx creía que la apoteosis de la Revolución se concentraba en un solo protagonista
... colectivo: el proletariado, las masas. Y ese culto, con el tiempo, "equivalió" también a "una nueva religión". El siglo XX probó que las simpatías entre ambos pensadores eran mayores que sus diferencias: solo se requería la aparición de un héroe carlyleano que asumiera la Sagrada Escritura de Marx. Ese personaje fue Lenin, y tras él irrumpieron en la escena varios otros: "El Dios trascendente de los teólogos...", escribió Octavio Paz, "baja a la tierra y se vuelve 'proceso histórico'; a su vez, el 'proceso histórico' encarna en este o aquel líder: Stalin, Mao, Fidel".
No comments:
Post a Comment