Chávez es de los que sospecha que Bolívar no murió de tuberculosis, como ha acordado la historia. Él sostiene que fue asesinado y que esa suposición es mucho más importante que cualquiera de los escándalos que envuelven hoy a su Gobierno. ¿Envenenado? ¿Baleado, tal vez? Eso es lo que van a determinar los 50 especialistas de la Fiscalía General y del Cuerpo Técnico de Policía Judicial que ayer mostró el canal del Estado, en plena faena y ataviados de trajes color blanco, como próximos a emprender un viaje al espacio.
Mientras Chávez teoriza sobre las causas de la muerte del Libertador, sus críticos aseguran que se trata de una maniobra de distracción para intentar tapar la cruda realidad de un país sumido en una profunda crisis. La inflación -en el 31% en junio, la más alta de América Latina- obliga a los ciudadanos a rascarse cada vez más el bolsillo; la economía entró en recesión el año pasado y siguió en números rojos en el primer trimestre de 2010. Además, se han hallado más contenedores con comida descompuesta por la supuesta mala gestión de la empresa estatal responsable de su importación (Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos, filial de Petróleos de Venezuela). En total, se han descubierto más de 130.000 toneladas de alimentos podridos en puertos y almacenes, que debían ser distribuidos en la red pública de mercados populares.
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