Vivimos en un mundo densamente poblado que nos obliga al roce diario con decenas, a veces cientos de personas diferentes. Cada una de ellas tiene su propia visión de lo que es correcto o incorrecto, una manera de expresarse y de reaccionar ante los estímulos externos. No es de extrañar, por tanto, que salten chispas.
Si quien se halla en medio de la vorágine tiene, además, la piel fina, el sufrimiento y los conflictos están asegurados.
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