Saturday, January 7, 2012

¿Es posible una autoridad no autoritaria?

La tensión entre la necesidad de la fuerza y la idealidad del consenso no puede resolverse sino que debe encararse con prudencia y sabiduría.
Cada una de estas lecturas tenías sus puntos ciegos. De un lado el llamado mundo libre se aliaba con gobiernos oligárquicos y corruptos y saqueaba los recursos de los países de los que pretendía ser el mejor modelo. El llamado mundo libre no renunció al colonialismo. Y, por su parte, el socialismo realmente existente suprimió la libertad, reprodujo las diferencias sociales y tornó insignificante al individuo.
La guerra fría se convierte en una coexistencia pacífica cuando se llega al consenso de que sería la competencia económica, la capacidad de cada sistema para mejorar la calidad de vida de su población, la arena donde se decidiría cuál sistema habría de primar. Y el resultado lo sabemos: el colapso del orden soviético.

Por qué las democracias se aliaron con dictaduras corruptas. ¿Solo por qué eran una garantía contra la expansión comunista? ¿O también porque se hacían buenos negocios con ellas? ¿O por qué en realidad esas sociedades no importaban mucho? ¿O por qué se pensaba que esa clase de gobiernos eran los que correspondían al estado de civilización de sus sociedades? Sea como fuere esas alianzas debilitaron la pretensión moral del llamado mundo libre a representar efectivamente la libertad. La hipocresía de los gobiernos norteamericanos sublevó el idealismo de las jóvenes generaciones.

¿Y por qué el llamado socialismo suprimía la libertad y la democracia? ¿Por miedo a que los regímenes populares fueran subvertidos por el imperialismo? ¿O por la desmedida voluntad de poder de los dictadores y sus cliques burocráticas? ¿O por qué en realidad el desarrollo personal de la gente no importaba gran cosa a los dueños del poder? De cualquier manera la supresión de la libertad y la democracia puso en entredicho la idea de que estos regímenes representaban el futuro más deseable.

El uso del término se extiende al calor de las luchas juveniles y el cuestionamiento de las generaciones mayores. En muy poco tiempo la autoridad perdió el aura de trascendencia que la hacía efectiva. Ni Dios ni las modernas ideologías resultaban justificaciones creíbles para el reclamo de soberanía ejercido desde el poder. De un momento a otro toda autoridad apareció como sospechosa: excesiva, obscena; en definitiva: autoritaria. Este rechazo a la autoridad invitó a imaginar formas alternativas de gobierno y, correlativamente, a desconfiar de, y hasta satanizar a, cualquier persona que pretendiera ejercer la autoridad. En esta atmósfera cargada de crítica y deseos de cambio, las ideas de comunidad y democracia directa ganaron gran predicamento. En términos políticos hablamos, por supuesto, del ascenso de la izquierda y del mito revolucionario hasta mediados de los años 70. Esta cronología está marcada por los hitos de la descolonización, la revolución cubana, la revolución cultural china y el mayo francés de 1968.

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